Por R.G.M.
En los tiempos que no corren crecemos...
En realidad ni estos tiempos (los actuales) ni otros corren, pero en estos tiempos en que nosotros corremos, solemos hacerlo lejos de nosotros mismos. Para evitar esta huida debe haber un bienestar de estar con nosotros mismos, por lo tanto una autoaceptación. Pero hay ciertos tabúes patologizantes que obstaculizan aspectos fundamentales para el propio descubrimiento y sanación interior, por los cuales esta autoaceptación se vuelve casi imposible. Aspectos como atreverse a odiar por ejemplo, o atreverse a sentirse víctima cuando tantas veces lo hemos sido, aunque no sea por criminalidad, sino por injusticias de distinto tipo que ocurren a cada instante. Los ámbitos de la propia personalidad que suelen negarse, lamentablemente son muchas veces nucleares en la formación del psiquismo, y necesarios para rescatarse del abismo interior (1) en el
que nos encontramos. Cada una de estas partes de nuestra mente direccionan de
alguna manera nuestro sentir, pensar, decir, hacer. Continuamente están
elaborando puntos de nuevos equilibrios a ser alcanzados, que obviamente no
están realizados en presente. Idean, crean futuros constantemente para
nuestras vidas. Son a su vez, atractores y repeledores de una buena parte de
aquello que existe en nuestro momento actual. Nos dificultan nuestra aceptación
de los cambios que ocurren a nuestro alrededor. Seguimos corriendo tras una
imagen estimuladora que nos llevará más allá de nosotros mismos. Sólo cuando
asociamos nuestro sentido del tiempo con el sentido de nuestras necesidades
interiores, vemos que el tiempo se altera continuamente, más bien vemos de
qué está hecho el tiempo realmente. Y vemos que puede detenerse.
Aunque parezca curioso, esta experiencia de parar no va unida al pánico. No es un Apocalipsis del mundo. Sino al contrario. Vemos más de ese mundo. Hay menos cosas que pasamos por alto, y que omitimos por nuestras propias necesidades y deseos. Esa sensación de crecimiento del mundo, se hace eco en un crecimiento propio.
Cuando nos damos cuenta de que todo está aquí y ahora, cesa la búsqueda...
Aunque parezca curioso, esta experiencia de parar no va unida al pánico. No es un Apocalipsis del mundo. Sino al contrario. Vemos más de ese mundo. Hay menos cosas que pasamos por alto, y que omitimos por nuestras propias necesidades y deseos. Esa sensación de crecimiento del mundo, se hace eco en un crecimiento propio.
Cuando nos damos cuenta de que todo está aquí y ahora, cesa la búsqueda...
Un cúmulo de objetos puede ir agrandándose ante nuestra vista, cuando los fines que nos han asfixiado durante años, comienzan a desaparecer. No olvides esa posibilidad... No olvides que la búsqueda puede parar sin necesidad de morir.
Las metas personales son como pequeños destinos hechos a la medida de un determinado aprendizaje propio. En la meta está el miedo unido como su sombra. Y como escribió Paul Tillich en El coraje de ser: "La ansiedad de destino es conquistada por la autoafirmación del individuo como una representación microcósmica infinitamente significativa del universo.". No olvides que el destino puede desaparecer sin necesidad de morir.
Cuando aún estando vivo el destino desaparece y la búsqueda cesa, todo está listo para el crecimiento interior.
(1) Abismarse es ir hacia el interior continuamente,
sin parar.
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