martes, 10 de junio de 2014

El Zen según Thomas Merton.

Por Rodrigo Gómez M.

 "Lo que pasa con el Zen es que empuja las contradicciones hasta su límite máximo, donde uno tiene que escoger entre la locura y la inocencia."
Thomas Merton, El Zen y los pájaros del deseo.

Nota: La obra más consultada para este artículo es Zen and the Birds of Appetite (New Directions, 1968). Las citas de Mystics and Zen Masters, están tomadas de la recopilación de textos de Merton sobre oriente titulada Thoughts on the East (New Directions, 1995). Las abreviaturas de las obras utilizadas en este texto son ZBA para Zen and the Birds of Appetite y MZM para Mystics and Zen Masters. Me eximo de la numeración de páginas en las citas, debido a que la versión ebook de ZBA de la que dispongo, no incluye los números de páginas. Todas las traducciones son mías, incluida la utilizada como epígrafe.

Introducción
Acercamiento a una experiencia trascendental y al sentido del Nirvana
Posibles relaciones entre la pureza del corazón cristiana y el vacío budista.
Cierre

Introducción

Thomas Merton estuvo interesado durante muchos años en las tradiciones religiosas orientales. Uno de sus acercamientos a estas fue a través de los libros de Aldous Huxley, Medios y fines y La filosofía perenne. Escribió un libro sobre Gandhi (Gandhi on Non-Violence. Hay una versión en español titulada Gandhi y la no-violencia) y otro sobre el maestro taoísta Chuang Tzu (The Way of Chuang Tzu. Hay una versión en español titulada El camino de Chuang Tzu), ambos publicados en 1965. Dos años después publicó Mystics and Zen Masters (Místicos y maestros Zen), y al siguiente publicó Zen and the Birds of Appetite (El Zen y los pájaros del deseo). Dos momentos fueron decisivos para su profundización en el conocimiento del budismo: su encuentro con el gran estudioso y divulgador del budismo Zen Daisetz Teitaro Suzuki a fines de los 50, y las conversaciones con el Dalai Lama que sostuvo en Dharmasala, en 1968, de las cuales, junto con el contexto de su viaje, se guarda un importante testimonio en Asian Journal (Diario de Asia) publicado póstumamente. El Dalai Lama recuerda años después con palabras de aprecio aquellos encuentros, destacando los puntos de contacto entre sus respectivas posturas religiosas.
Gracias a sus lecturas sobre las tradiciones religiosas orientales, como las de los textos del mismo Suzuki, pero también por su profundo conocimiento de las prácticas contemplativas de los monjes cristianos, Merton supo aprehender desde su propia perspectiva contemplativa, nociones sutiles y profundas del pensamiento budista, como por ejemplo, el enfoque no-dualista de la realidad. Realiza un preciso análisis tanto de semejanzas como de diferencias, entre la perspectiva trascendente del Zen, y la que planteaban algunos místicos cristianos, principalmente los Padres del desierto
Al adentrarse específicamente en el pensamiento budista, Merton destaca por un lado el gran valor filosófico de sus planteamientos, como también su énfasis en lo vivencial. Así explica su modo de aproximarse al saber: "las ideas básicas del Budismo son filosóficas y metafísicas: ellos buscan penetrar el fundamento del Ser y del conocimiento, no por razonamiento de principios y axiomas abstractos, sino por la purificación y expansión de la consciencia moral y religiosa, hasta que alcance un estado de realización superconsciente o metaconsciente, en el cual sujeto y objeto se conviertan en uno solo."(ZBA).
Con respecto a los principios fundamentales del budismo, Merton expone por un lado el valor del desapego y de la trascendencia del ego, reflexiona también sobre el sufrimiento que impregna la experiencia de aquel que vive en lo ilusorio, y -con respecto a una etapa avanzada del camino- de la realización de una sabiduría que trasciende el deseo basado a su vez en lo ilusorio (aquello que nuestra mente condicionada nos hace creer que tiene una existencia independiente, y que en el fondo es vacío). En relación al sufrimiento (Dukkha), observa: "Así, dice el Budismo, la vida ilusoria en sí misma está en un estado de Dukkha, y cada movimiento del deseo, entrega su fruto último como dolor más que como gozo perdurable, como odio más que como amor, como destrucción más que como creación."(ZBA).
Y refiriéndose a la trascendencia del deseo añade: "Cuando el hombre está basado en la auténtica verdad y en el amor, las raíces mismas del deseo se marchitan, el quebrantamiento ha llegado a su fin, y la verdad es hallada en la totalidad y la simplicidad del Nirvana: perfecta consciencia y perfecta compasión."(ZBA).

Acercamiento hacia una experiencia trascendental y al sentido del Nirvana

En El Zen y los pájaros del deseo, al intentar responder a la pregunta ¿qué es la experiencia trascendente?, Merton expone comparativamente lo que esta experiencia significa (o puede significar), tanto en la perspectiva cristiana como en la budista, aludiendo de vez en cuando también al sufismo. Merton es claramente consciente de las similitudes y las diferencias sobre el tema, en ambas tradiciones, al haber sido un estudioso lúcido y constante de la espiritualidad más profunda. Un problema surge cuando se intenta entender la experiencia trascendente budista, desde conceptos que pueden parecer experiencialmente equivalentes en la tradición mística cristiana, la cual no deja de ser una perspectica inevitablemente teísta. He aquí, de hecho, el principio que separa ambas realizaciones (las de la experiencia trascendente budista y la cristiana), creando una brecha fundamental e indisoluble, y una limitación de comprensión para el creyente cristiano. Pero vamos primero a la definición que nos entrega de esta experiencia: "Es una experiencia de autotrascendencia metafísica o mística, y al mismo tiempo también una experiencia de lo "Trascendente" o lo "Absoluto" o "Dios", no tanto como objeto, sino como Sujeto. El Fundamento Absoluto del Ser (y más allá de eso, la Deidad como "Urgrund", es decir, una libertad infinita y sin radio) es realizado, por decirlo así, "desde dentro" -realizado desde dentro de "Sí mismo", y desde dentro de "mí mismo", aunque "mí mismo" es entonces extraviado y "hallado" en Él."(ZBA). Como podemos comprobar, hay aquí una clara descripción de la autoanulación del ego en el momento de ser uno con lo Absoluto. La experiencia trascentente nos permite acceder a un no-yo que, como agrega Merton "de ningún modo es un "yo alienado", sino por el contrario un Yo trascendente que, para aclararlo en términos cristianos, es metafísicamente distinto del Yo de Dios, y sin embargo perfectamente identificado con ese Yo por amor y libertad, de manera que parece ser un único Yo."(ZBA). Me detendré en la conclusión que agrega a continuación: "La experiencia de esto es lo que llamamos "experiencia trascendente" o la iluminación de la sabiduría (Sapientia, Sophia, Prajna)."(ZBA). Primero puede sospecharse con la utilización de la palabra iluminación (comúnmente utilizada desde la perspectiva occidental para referirse a la experiencia religiosa budista), que exista una confusión, pero luego esto se ve confirmado por la inclusión del concepto Prajna, ya que aquí estamos aludiendo a una realización tanto de las cuatro nobles verdades, como de shunyata, que es la conciencia del vacío. Esta confusión es grave, ya que en esta última experiencia, no puede existir la gran división provocada por la distinción entre Dios y sujeto trascendido, que debe existir en el éxtasis cristiano de comunión con Dios "por amor y libertad", como lo recuerda el mismo Merton. Más adelante vincula directamente las perspectivas cristiana y budista, para comprender el sentido de la "experiencia trascendente", comenzando por mencionar el concepto de "rapto": "El término tradicional en el misticismo cristiano, raptus, o "rapto", no implica la manera en que se es "arrastrado", que corresponde propiamente a la experiencia estética o erótica (aunque la imaginería erótica es usada para describirla en ciertos tipos de misticismo cristiano), sino de ser ontológicamente llevado "sobre uno mismo" (supra se). En la tradición cristiana el centro de esta "experiencia" no se encuentra en el yo individual como ego separado, limitado y temporal, sino en Cristo, o en el Espiritu Santo "dentro" de este yo. En el Zen es el Yo con Y mayúscula, es decir, precisamente no el ego-yo. Este Yo es el Vacío."(ZBA). Sin embargo, como decíamos, en la experiencia cristiana aún existe la presencia de lo divino como distinta del yo elevado sobre sí mismo. Es decir hay una división dentro de la mente, ya que conviven dos intenciones coincidentes (en seguida volveré sobre la idea de esta "división dentro de la mente"). Es posible que en la práctica de la experiencia misma, dios sea un recurso racional (conceptual) dentro de la fe del creyente, que intenta preservar el conocimiento doctrinal, y hacerlo coincidir con aquel momento extraordinario de la consciencia. O bien, puede ser vista la experiencia misma como una bendición que proviene de una persona divina, un don divino. La explicación simbólica más plausible de aquel Hágase tu voluntad así en la tierra como en el cielo..., podría ser la de que exista una sola voluntad actuando sobre todo lo existente (o más bien, en lo existente). Lo que se asemeja notablemente al sentido de la iluminación Zen, dentro de lo que que podemos hallar en las escrituras del Nuevo Testamento.
Con respecto a la división en la mente durante la experiencia trascendente cristiana, que sería según parece la gran división entre tradiciones para intentar acordar una experiencia común, el mismo Merton la explica más adelante. Tomando expresiones tradicionales cristianas, entre las que cita "tener la mente de Cristo", o "ver "en el Espíritu de Cristo"", explica que este Espíritu "es "dado" en Cristo como una superconsciencia trascendente de Dios y de "el Padre"."(ZBA). La intermediación personalista sigue vigente, ya que se da aquí una transposición de la Sagrada Trinidad en la persona humana. Intermediación y participación son dos consecuencias que inevitablemente alimentan esta gran división entre creencias. Como agrega Merton poco después "toda experiencia trascendente es para el Cristiano una participación en "la mente de Cristo""(ZBA). La "solución" (y disolución) más sólida y valiosa está en creer que esta "mente de Cristo" sea un estado mental personal vivido plenamente, sin división de intenciones compatibles. Pero esta tendencia a la división de poderes, esta necesidad de jerarquías tan acorde al trasfondo cultural de la vida de Cristo, aparece de otra forma. "Deja que esta mente sea en tí, como lo fue también en Cristo Jesús...quien se vació de sí mismo...obediente hasta la muerte...Por tanto Dios surgió en él y le confirió un nombre sobre todos los nombres." (Fil. 2:5-10)."(ZBA). Volvemos a la división de poderes.
Sin embargo, al momento de exponer el sentido budista de la experiencia trascendente, Merton es plenamente lúcido en su comprensión de esta. "El Nirvana no es la consciencia de un ego que es consciente de sí mismo, como de ser el que ya ha cruzado hacia "la otra orilla" (estar en la "otra orilla" es lo mismo que no haber cruzado), sino la Absoluta Consciencia-Base del Vacío, en la cual no hay orillas."(ZBA). También establece con claridad la importancia fundamental del desapego del propio ego -incluso bajo los engaños de la búsqueda de la propia realización egoísta-, para que esta experiencia pueda ser realizada: "Por tanto, se hace extremadamente importante para nosotros, desapegarnos de nuestra concepción cotidiana de nosotros mismos como sujetos potenciales de experiencias especiales y únicas, o como candidatos para la realización, logro y plenitud. En otras palabras, esto quiere decir que un guía espiritual que se precie, llevará a cabo una campaña implacable contra todas las formas de ilusión, que surjan de la ambición espiritual y la autocomplacencia, que pretende erigir al ego en la gloria espiritual."(ZBA).
En el Nirvana hay una liberación de los deseos que conforman la interminable lucha del ego, lo que permite por un lado terminar con la continua aflicción de tomar partido por lo que se perderá, o por lo que nunca existió realmente, más que como una formación mental. Por otro lado, esto nos permite desplegar una fuente nunca antes sentida de amor y compasión, ya libre de ataduras. "El Nirvana es la sabiduría del amor perfecto, basado en sí mismo y brillando a través de todo, sin encontrar oposición."(ZBA).

Posibles relaciones entre la pureza del corazón cristiana y el vacío budista

Como vimos al hablar de la gran división entre las perspectivas cristiana y budista, la creencia en la existencia de una persona divina en la mente del sujeto trascendido, hace que la noción de trascendencia en el misticismo cristiano, difiera de la experiencia budista. Un problema similar surge al intentar relacionar (como lo hace Merton en ZBA) la idea cristiana de pureza del corazón, y la noción de vacío budista. En palabras de Merton: "Desde el punto de vista metafísico, el Budismo parece tomar el "vacío" como una completa negación de toda personalidad, mientras que el Cristianismo encuentra en la pureza del corazón y la "unidad de espíritu", una suprema y trascendente realización de la personalidad."(ZBA). En primer lugar, esta reflexión de Merton sobre la pureza del corazón, debe ser contextualizada en el ámbito del relato bíblico de la pérdida del paraíso, y de la posibilidad de recobrarlo. Incluso antes debemos dejar claro que el mismo Merton define el paraíso no como un lugar físico o metafísico, sino más bien como un estado de la consciencia que ha recuperado su cercanía máxima con Dios, siendo nuevamente imagen de éste, y ya libre de las marcas del pecado: "Así -como escribe Merton- si un hombre puede deshacerse de las manchas y el polvo producidos dentro de él, por su fijación en lo que es bueno y malo en relación a sí mismo, será transformado en Dios y será "uno con Dios.""(ZBA). 
Lo que se opone al conocimiento inmediato de las cosas, que conlleva la recuperación de la inocencia de Adán en el Paraíso, es el saber relativo del mundo, junto con el cúmulo de identificaciones que tomamos como referencias para "navegar" en él. Este saber relativo es lo que San Agustín llamaba "conocimiento (Scientia) de la experiencia de las cosas temporales y cambiantes" (ZBA). En el mundo de la experiencia es donde el juego de los apegos, nos va distanciando cada vez más de Dios. Al referirse al alma humana en este deambular terreno, Merton explica: "Pero la experiencia de sí misma se vuelve un "peso" que gravita lejos de Dios. Cada acto de autoafirmación aumenta la tensión dualística entre el yo y Dios."(ZBA). Según cuenta en Sabiduría en el vacío (texto del apéndice de ZBA), los Padres del desierto reconocían la diferencia entre "el conocimiento del bien y el mal, por un lado, y la inocencia o vacío por el otro."(ZBA). Existe por tanto, una vuelta a un "grado cero" de la experiencia y la realización del "Hombre nuevo", aquel que toma residencia en el "Reino de Dios". Pero como lo reconoce el mismo Merton la "muerte del hombre viejo" no es una destrucción de la personalidad, sino sólo la "disipación de una ilusión", que ha separado al cristiano de su propio origen.
Con respecto a este estado de inocencia, puede decirse que se asemeja a la idea de disolución del ego. Hay un desprendimiento de los atributos que las personas no trascendidas considerarían intrínsecos a sí mismas. Aquel que ha alcanzado el estado de vacío en un sentido budista, no posee una personalidad, sino que a partir de la no-egoicidad emplea aquellos rasgos con que otras personas lo reconocerán. Digamos que la personalidad es el vehículo necesario para nuestra existencia social. La divergencia está en que en el cristiano que ha alcanzado la pureza de corazón, debe convivir esa inocencia con un conocimiento que lo orienta "desde lo superior", desde el ego mismo que permite reconocer el bien y el mal. La personalidad es el medio que realiza ese conocimiento, que lo manifiesta en palabra y acto.
Tanto la importancia de la figura intencional de Dios (la voluntad divina) en la experiencia trascendente, como la pervivencia de la personalidad en el cristiano "puro de corazón", parecen ser puntos que distinguen la espiritualidad cristiana de la budista, en el ámbito de la trascendencia.

Cierre

La mirada de Thomas Merton sobre el budismo Zen es atenta, perspicaz y profunda. Aquí he intentado tan sólo bosquejar algunas de sus ideas que me han parecido centrales al respecto. Un rasgo esencial de esta tradición mencionado por Merton, y que conviene recordar para terminar, fue el aspecto inmediato, transparente de la consciencia que se busca alcanzar a través del Zen: "Debido a que la intuición Zen busca despertar una conciencia metafísica más allá del ego empírico, reflexivo, conocedor, deseoso y hablador, esta conciencia debe estar presente inmediatamente a sí misma, y no mediada por un conocimiento, ya sea conceptual, reflexivo o imaginativo." (MZM). Por eso comprende que todo ser consciente puede acceder a ese estado de consciencia, más allá de las propias creencias (religiosas, políticas, etc.), de su formación educacional, o cultural en general. Es una forma de ver más allá de nuestros ordenamientos y condicionamientos mentales, aunque puedan seguir existiendo para cumplir su función en el mundo de lo fenoménico. "El Zen es consciencia no estructurada por una forma particular o un sistema particular; una consciencia trans-cultural, trans-religiosa, transformada." (MZM).

El crecimiento interior.

Por R.G.M.

En los tiempos que no corren crecemos...

En realidad ni estos tiempos (los actuales) ni otros corren, pero en estos tiempos en que nosotros corremos, solemos hacerlo lejos de nosotros mismos. Para evitar esta huida debe haber un bienestar de estar con nosotros mismos, por lo tanto una autoaceptación. Pero hay ciertos tabúes patologizantes que obstaculizan aspectos fundamentales para el propio descubrimiento y sanación interior, por los cuales esta autoaceptación se vuelve casi imposible. Aspectos como atreverse a odiar por ejemplo, o atreverse a sentirse víctima cuando tantas veces lo hemos sido, aunque no sea por criminalidad, sino por injusticias de distinto tipo que ocurren a cada instante. Los ámbitos de la propia personalidad que suelen negarse, lamentablemente son muchas veces nucleares en la formación del psiquismo, y necesarios para rescatarse del abismo interior (1) en el que nos encontramos. Cada una de estas partes de nuestra mente direccionan de alguna manera nuestro sentir, pensar, decir, hacer. Continuamente están elaborando puntos de nuevos equilibrios a ser alcanzados, que obviamente no están realizados en presente. Idean, crean futuros constantemente para nuestras vidas. Son a su vez, atractores y repeledores de una buena parte de aquello que existe en nuestro momento actual. Nos dificultan nuestra aceptación de los cambios que ocurren a nuestro alrededor. Seguimos corriendo tras una imagen estimuladora que nos llevará más allá de nosotros mismos. Sólo cuando asociamos nuestro sentido del tiempo con el sentido de nuestras necesidades interiores, vemos que el tiempo se altera continuamente, más bien vemos de qué está hecho el tiempo realmente. Y vemos que puede detenerse.

Aunque parezca curioso, esta experiencia de parar no va unida al pánico. No es un Apocalipsis del mundo. Sino al contrario. Vemos más de ese mundo. Hay menos cosas que pasamos por alto, y que omitimos por nuestras propias necesidades y deseos. Esa sensación de crecimiento del mundo, se hace eco en un crecimiento propio.

Cuando nos damos cuenta de que todo está aquí y ahora, cesa la búsqueda... 


Un cúmulo de objetos puede ir agrandándose ante nuestra vista, cuando los fines que nos han asfixiado durante años, comienzan a desaparecer. No olvides esa posibilidad... No olvides que la búsqueda puede parar sin necesidad de morir.
Las metas personales son como pequeños destinos hechos a la medida de un determinado aprendizaje propio. En la meta está el miedo unido como su sombra. Y como escribió Paul Tillich en El coraje de ser: "La ansiedad de destino es conquistada por la autoafirmación del individuo como una representación microcósmica infinitamente significativa del universo.". No olvides que el destino puede desaparecer sin necesidad de morir.

Cuando aún estando vivo el destino desaparece y la búsqueda cesa, todo está listo para el crecimiento interior.




(1) Abismarse es ir hacia el interior continuamente, sin parar.
 

viernes, 11 de abril de 2014

Pasos del Renacer



Por R.G. M.

Creer que aunque la liberación (Moksha) no ha llegado, es posible.

Seguir a favor o en contra de los demás, pero iluminado con luz propia.

Creer que no estamos limitados por un pasado ni un futuro específicos.

Saber que el Ego puede desaparecer en un instante, y seguiremos existiendo.

Comprender cómo lo imaginario cambia lo real.

Descubrir que la línea que separa lo creible de lo increible no existe.

Considerar la posibilidad de desprendimiento de todas las debilidades psicológicas, en uno mismo y en los demás.

Volver al estudio voluntario, a pesar de todas las calamidades, las pérdidas, las separaciones y las muertes.

Ser conciente de lo cambiante en lo estable y lo estable en lo cambiante.

Amar el silencio y el no-hacer prístino de la conciencia.

viernes, 17 de enero de 2014

CAMINO HACIA LA SANTIDAD



Por Rodrigo Gómez M.
 
En Vida y santidad una de las primeras nociones que Thomas Merton aclara es la de la vida activa: “La vida activa es la participación del cristiano en la misión de la Iglesia en la tierra”, y que para quienes forman parte del mundo clerical implica “llevar a otras personas el mensaje del Evangelio, administrar los sacramentos, realizar obras de misericordia, cooperar en los esfuerzos mundiales por la renovación espiritual de la sociedad y el establecimiento de la paz y el orden”. En cambio, para los cristianos en general, Merton describe la vida activa como la que “respondiendo a la divina gracia y en unión con la autoridad visible de la Iglesia, dedica sus esfuerzos al desarrollo espiritual y material de toda la comunidad humana.”.
Por otro lado, el cultivar las virtudes cardinales es una forma de santificar la vida de cualquier cristiano, ya sea laico o del clero. Aunque también agrega Merton que existe una condición fundamental de intervención divina en la santidad: “Si somos llamados por Dios a la santidad de vida, y si la santidad está fuera del alcance de nuestra capacidad natural (lo cual es cierto), se sigue entonces que el propio Dios ha de darnos la luz, la fuerza y el valor para cumplir la tarea que Él nos pide.”. La santidad consistiría según Merton en ser “más humano que otros hombres”, lo que implica “una mayor capacidad de preocupación, de sufrimiento, de comprensión, de simpatía y también de humor, alegría, aprecio de las cosas buenas y bellas de la vida.”. El santo transluce la fuente de un amor que no es uno mismo sino Dios, es decir, uno mismo se convierte en “un instrumento puro de la voluntad divina.”. Esta intervención se realiza por medio de la gracia. La gracia es fundamental en el camino hacia la perfección espiritual. Según Merton: “Es la misma presencia y acción de Dios dentro de nosotros.”. Está, a su vez, ya en nosotros como el dulcis hospes animae o “dulce huésped del alma”.
Las manifestaciones de Dios en cada ser humano, van a estar múltiplemente condicionadas, pero dirigidas por “una ética de caridad espontánea”. Vale decir que, junto con la gracia, otro aspecto fundamental de la santidad, según explica Merton, es la caridad, “ya que la santidad es la plenitud de la vida, la abundancia de la caridad y la irradiación del Espíritu Santo escondido en nuestro interior.”.
Con respecto a la perfección cristiana Merton aclara que “la fe personal y la fidelidad a Cristo no bastan para hacernos cristianos perfectos.”. Y uno de los rasgos fundamentales que debe desarrollar el cristiano es la caridad. Pero, como añade Merton: “No hay caridad sin justicia.” En la caridad se da un compartir tanto de bienes materiales, como del corazón, que nace de “un reconocimiento de la común miseria, pobreza y hermandad en Cristo.”. Es decir que debe existir un profundo sentimiento de identificación con “los desafortunados, los desfavorecidos, los desposeídos.”.
Además de los “actos de virtud individuales y aislados”, Merton menciona el rol social que debe jugar la santidad en el mundo moderno: “Debe ser considerada asimismo como parte de un enorme esfuerzo de colaboración para la renovación espiritual y cultural de la sociedad que produzca condiciones en las que todos los hombres puedan trabajar y gozar de los justos frutos de su trabajo en paz.”. No es suficiente llevar “una “vida cristiana” que quede confinada a los reclinatorios de su iglesia parroquial y a unas pocas oraciones en casa”.
Un aspecto práctico de la vida del hombre que contribuye al camino de la santidad es el trabajo. “La Iglesia nos enseña que el trabajo es una de las actividades fundamentales que pueden contribuir a hacer santo al hombre.” ¿Cómo santificar el trabajo?. Merton dice: “El cristiano individual hará más para “santificar” su trabajo si se preocupa inteligentemente del orden social y de los medios políticos efectivos para mejorar las condiciones sociales, de lo que conseguiría con esfuerzos espirituales meramente interiores y personales para superar el tedio y la vaciedad de una lucha infrahumana por el dinero.” Según la encíclica papal Mater et magistra presentada por Juan XXIII y citada por Merton, el trabajo propio puede ser visto como una “continuación del trabajo de Jesús”, y en palabras del propio Merton como “un servicio a la humanidad.”.
Luego destaca la importancia del humanismo y plantea la posibilidad de que exista un auténtico humanismo que sea “esencial para el misterio cristiano en sí.” El humanismo es “una necesidad en la vida de todo cristiano”, y la verdadera santidad conlleva esta "dimensión de preocupación humana y social.”
Si un cristiano no se informa de lo que ocurre en el mundo y de lo que pueda afectar al cuerpo de Cristo, quedándose con las tendenciosas y sesgadas informaciones que entregan ciertos medios de comunicación, corre el riesgo de colaborar con el desastre: “Aún cuando tenga intenciones sinceras de servir a la causa de Cristo, podría llegar a cooperar en desatinos e injusticias de desastroso alcance.”. Retomando las enseñanzas de la tradición cristiana, Merton recuerda que “la renuncia, el sacrificio y la abnegación generosa son componentes esenciales de la santidad.”. La abnegación cristiana, tanto para el religioso como para el laico “es liberar la mente y la voluntad de modo que todas las energías del cuerpo y del espíritu puedan aplicarse a Dios de forma apropiada al particular estado de cada uno.”. Al precisar el sentido de la abnegación, debemos tener presente que esa negación a nosotros mismos que implica, va más allá de renunciar a nuestras posesiones de distinto tipo, ya que significa renunciar “también a lo que somos, vivir no según nuestro propio deseo y juicio, sino según la voluntad de Dios para nosotros.”
Merton resume con una noción clara y concisa el sentido de la santidad: “El camino de la santidad es un camino de confianza y amor.”.
Por otro lado, el ser cristiano no es un rol espécifico y separado de otras facetas de la vida, ni un cúmulo de rituales o una consecusión de fórmulas prescritas, “ser cristiano –escribe Merton- es experimentado continuamente, ya que quien lo es “vive “en el Espíritu” y bebe en todo momento de las fuentes ocultas de la divina gracia”; más allá de las prácticas específicas de devoción, Merton menciona lo que considera esencial de su devoción cristiana: “frecuentes momentos de oración y fe sencillas, atención a la presencia de Dios, sumisión amorosa a la voluntad divina en todas las cosas, especialmente en los deberes de su estado y, coronándolo todo, el amor a su prójimo y hermano en Cristo.” En la vida terrena la santidad no puede excluir del todo “cierta debilidad e imperfección humanas”, pero estas son “compatibles con el amor perfecto a Dios”, a través de la humildad y la confianza en la gracia de Dios.
Otro aspecto importante que debemos experimentar en el camino a Dios es la paz verdadera, sin paz no conocemos a Dios; pero esta paz no proviene de la voluntad humana, es creada por Dios en nuestro corazón. De hecho, Merton reconoce un lado difícil y voluntarioso de ser cristiano, que a simple vista parece alejarse de la noción de paz, “No hay vida espiritual sin persistente lucha y conflicto interior.”
En la santidad hay una profunda experiencia de renacer en Cristo, y abandonar un yo anterior que siempre fue precario. Este renacer puede ser una experiencia que se presente más de una vez. Durante nuestra vida se pueden dar muchas “muertes y resurrecciones” en Cristo, “y esta interminable serie de grandes y pequeñas “conversiones”, revoluciones interiores, lleva finalmente a nuestra transformación en Cristo.” En el proceso de despojamiento personal terminamos por hallarmos “en completa pobreza y oscuridad.” Cristo debe morir en nosotros para así poder entrar en esta oscuridad del nacimiento verdadero, el de ser totalmente divinos: “El tramo final en el camino hacia la santidad en Cristo consiste, pues, en abandonarnos por completo con confiado gozo a la aparente locura de la cruz. […]Esta locura, la necedad de abandonar todo cuidado de nosotros mismos tanto en el orden material como en el espiritual para que podamos confiarnos a Cristo, equivale a una especie de muerte de nuestro yo temporal. Es un retorcimiento, un abandono, un acto de total entrega. Pero también un salto definitivo hacia el gozo.”.