martes, 27 de agosto de 2013

DEL ALMA



Por Rodrigo A. Gómez M.


¿Qué hay en común entre el concepto de alma de Aristóteles, y el que expone madame Blavatsky en “La doctrina secreta”?. ¿Qué rol cumplen las almas de los hombres en el mundo?. ¿Puede cultivarse?. Y si se puede ¿cómo?.
  
El alma: una realidad y un trayecto conceptual

El filósofo italiano Luca Vanzago en el libro Breve historia del alma reseña y vincula algunos términos de origen oriental, que representan algunos de los más antiguos indicios de la noción de alma en las culturas del mundo. “En las expresiones culturales de algunas grandes civilizaciones antiguas, como la de la India, por ejemplo, ya se encuentran conceptos que podemos relacionar con una idea general del alma, distintos, en muchos aspectos, de los surgidos en el área del Mediterráneo, pero en otros comparables a éstos. En la tracición védica y en la sucesiva reflexión india, el alma se designa con el término manas (órgano del pensamiento), asu (vida) y atman (soplo). Este último vocablo es el que prevaleció para designar tanto al yo individual en su esencia como también al principio cósmico absoluto, de modo que, a partir de la evolución de estas áreas semánticas diferentes, se estableció una equivalencia entre la identidad esencial del alma individual y la del alma universal.” Es en este momento del trayecto o evolución de una noción espiritual profunda, donde se entronca tanto la visión occidental, o de la filosofía centro europea con las tradiciones espirituales de Oriente. Ya regresaré sobre el concepto de atman. Por ahora sigo tomando unas breves y escasas notas del recorrido que propone Vanzago.
   El término hebreo nepheš se acerca mucho al concepto de élan vital acuñado por Bergson, primero empleado para designar a la garganta (relacionádose fisiológicamente al sentido de lo respiratorio o al soplo), luego designa un deseo o necesidad (principalmente concreta como de alimentación, agua o aire para respirar. Sus transformaciones semánticas pasan de darle el sentido de un soporte del deseo, una persona viva, hasta llegar a ser traducido en el Antiguo Testamento designa al sí mismo. También un equivalente de esta idea puede ser el concepto cercano ruach designa el aire que circula en los seres animados, el aliento vital, que igualmente sería usado en los momentos más tardíos del Antiguo Testamento para designar el “yo”.
   Se menciona poco después un texto de referencia sobre el concepto del alma de Erwin Rohde, filólogo y helenista alemán, amigo de Nietzsche, titulado “Psique”. Se plantea una influencia, de elementos religiosos ascéticos a través de los cultos órficos en las nociones griegas arcaicas del alma. Se explica que la idea de psykhé cubre una dicotomía: por un lado está el principio vital del cuerpo, y por el otro, aquel agente encargado de desplegar la fantasía onírica durante el sueño.
   Se dice que Heráclito fue el primer pensador que vinculó logos y psykhé. Este vínculo se da como “la conexión entre alma y discurso racional”, como escribe Vanzago, ya que para Heráclito el aspecto discursivo sería esencial en el alma. Heráclito señala en uno de sus fragmentos: “Ni siquiera recorriendo por completo el camino podrías encontrar los confines del alma; así de profundo es su logos”. En Platón el alma está aprisionada en el cuerpo, que ha decendido desde el mundo de las ideas puras, hacia un ámbito de permanente imperfección, que es el mundo físico.
   Aristóteles en “De Anima” o “Acerca del alma” dice que “el alma es causa y principio del cuerpo viviente.” “Es evidente que el alma es también causa en cuanto fin. La naturaleza –al igual que el intelecto- obra siempre por un fin y este fin constituye su perfección. Pues bien, éste no es otro que el alma en el caso de los animales de acuerdo con el modo de obrar de la Naturaleza.”. Como explica Vanzago: “El alma se define ahora, según las coordenadas metafísicas aristotélicas, como el acto primero de un cuerpo orgánico que tiene la vida en potencia.”. Más adelante agrega: “En este devenir, el alma es en todo ser vivo el principio motor y de causalidad, y al mismo tiempo la finalidad y la perfección final (entelequia).”
   En Descartes, el sentido del alma pierde todo su carácter de influjo vital sobre lo corpóreo, ya que como dice en el artículo 5º de “Las pasiones del alma”: “Es erróneo creer que el alma da movimiento y calor al cuerpo.”
   Poco a poco en el trayecto conceptual del alma y su sentido, dentro de la filosofía occidental (o más especificamente centroeuropea), la palabra “alma”, o “Soul” , o “Seele”, va perdiendo primacia, y el espacio para lo trascendente como resabio de lo divino , es más bien ocupado por el concepto de espíritu, pero cada vez más asimilado al reino de lo racional.

Desde oriente

El concepto de la antigua India que se emplea para denominar al alma dentro del hinduismo no es atman. El concepto de atman en el hinduismo es identificado tanto con el Yo real, o ser incondicionado, como con el supremo Brahman, la realidad más alta, compuesta de Sat-cit-ānanda (Ser-conciencia-bendición). Es el Espíritu o Yo (en unidad con el Absoluto y su Irradiación.
   Como bien explica Madame Blavatsky en The Key to Theosophy, el vehículo del atman en el ser humano, es Buddhi o Alma Espiritual. El Septenario es el conjunto de los siete principios del hombre, que son:

            Atma – Espíritu o Yo  - uno con el Absoluto y su Irradiación.
            Buddhi – Alma espiritual –vehículo del espíritu puro universal
            Manas – que consiste en el Alto Manas, el espiritual, interior, o Alto Ego, y el Bajo Manas, la mente ordinaria
            Kamarupa – el “cuerpo deseante”, sede de los deseos y pasiones animales
            Prana – el principio vital
            Linga Sharira – el doble, o cuerpo astral
            Sthula Sharira – el cuerpo físico

   Buddhi o Alma espiritual es el vehículo de atman. En el hombre es el alma espiritual, por ella fluye el rayo divino desde atman al ego, en ella nace la intuición, y sólo de ella puede brotar el amor ilimitado. Bajo ella, en la escala de los siete principios, se encuentra manas, que es el alma humana, que es el principio mental en el hombre.
   En “La doctrina secreta” Blavatsky explica: “El Sexto principio en el Hombre (Buddhi, el Alma Divina) a través de un simple soplo, según nuestros conceptos, aún algo material comparado con el divino “Espíritu” (Atma) del cual es portador o vehículo. Fohat en su capacidad de AMOR DIVINO (Eros), el Poder eléctrico de la afinidad y la simpatía, es mostrado alegóricamente intentando unir el Espíritu puro, el Rayo inseparable del UNO absoluto, con el Alma, el dos que constituye en el Hombre la MONADA, y en la Naturaleza el primer vínculo entre lo siempre incondicionado y lo manifestado.” La mónada es esa alma dual que representa a Atma en el hombre: Atma-Buddhi.

Cultivo del alma

Liberar la mente del mundo de lo ilusorio, despojarse de la creación combinatoria de la identidad, y encaminarse hacia Dios, son tres movimientos que se pueden lograr simultáneamente, pero se suele conseguir con disciplina y esfuerzo. El camino más antiguo y prometedor es el de la meditación.
   Sólo daré una pauta simplificada de acción donde lo esencial es la concentración en la respiración, o en el sonido de la sílaba que mencionaré más adelante.
   Se debe escoger un lugar comodo, con temperatura templada y lo más silencioso posible.
   Puede hacer el ejercicio sentado en una silla, en el suelo en posición de loto o de semi-loto. Con la columna erguida, sin forzar los músculos de la espalda (es recomendable empezar con un apoyo para la espalda).
   Cerrar los ojos.
   Comenzar a respirar con naturalidad.
   Sentir el flujo de de aire que entra y sale por la nariz.
   Dejar pasar los pensamientos, no evitarlos a la fuerza, ni apegarse a ellos con ninguna clase de interés particular. No dejarse llevar por ellos.
   Comenzar a repetir para sus adentros la sílaba “Om” con cada expiración.
   Intentar sólo seguir el sonido.
   Probar mantener la meditación por un mínimo de 15 minutos.
   Abrir los ojos y salir de la posición lentamente.
   Tratar de establecer un horario específico para meditar. Pueden ser unas dos veces al día, o por lo menos una, de preferencia al amanecer, durante el crepúsculo, o de noche.